Aquel día llovía en Madrid. La
lluvia mojaba a todo el que se ponía a su alcance, inundando sus cabezas de
dudas y preguntas sin respuesta. Un rayo de sol trataba de abrirse paso entre
las nubes grises, arrojando esperanza entre las multitudes. Mientras, el mundo
seguía girando…
Las alcantarillas estancadas,
cansadas de soportar tanta agua, se negaban a tragar más y se rebelaron. Un
pequeño barco de papel flotaba en esa agua sucia y llena de hojas. Mientras, el mundo seguía girando...
Esa carta llena de vida, ahora
transformada en barco, luchaba por mantener a flote sus pequeñas letras. Estas
exclamaban gritos de socorro, pero nadie les hacía caso. Mientras, el mundo
seguía girando…
Un niño solitario contemplaba esa
escena frente a la ventana de su cuarto, cuando una gota descendió por su
mejilla, como las que entonces hundían al barco. Esas gotas, solitarias pero
potentes en conjunto, se dedicaban a hundir la flota, ahogar las esperanzas de
pequeños rayos de sol. Mientras, aquel
día llovía en Madrid y un ejército de fantasmas húmedos desfilaba por sus
calles…